Esta es una pregunta muy común y que muchos se hacen, ya que solemos englobar con la expresión “frutos secos” tanto a éstos en concreto como a las frutas secas, desecadas o deshidratadas.
Vamos por partes: efectivamente, es lo que ya estabas sospechando: los frutos secos y las frutas secas no son exactamente los mismo, aunque ambos son alimentos con un bajo contenido en agua, lo que los hace muy fáciles de llevar encima para hacer un tentempié o recuperarnos de un gran esfuerzo al hacer deporte o ejercicio, y fáciles de conservar durante largos períodos de tiempo en condiciones óptimas de temperatura y humedad.
Las frutas secas, desecadas o deshidratadas son lo que literalmente significa su nombre: frutas a las que se les ha eliminado su contenido en agua, mediante un proceso de deshidratación, ya sea de manera natural o aplicando unas condiciones concretas de temperatura y humedad durante el proceso. A este grupo pertenecen por ejemplo las uvas pasas, los orejones de albaricoque, las ciruelas pasas y los higos secos.
En cambio, los frutos secos son los frutos, valga la redundancia, que producen determinadas especies arbóreas, generalmente con una carcasa exterior. Muchos de ellos pueden consumirse de forma natural, aunque es común también comerlos tostados o fritos. Entre los frutos secos se encuentran las almendras, las nueces, las avellanas, los anacardos o los pistachos y además se suelen englobar en esta clase de alimento a los manises, aunque se trate exactamente de una legumbre y a las pipas de girasol, que son semillas.
Como conclusión podemos decir que los frutos secos son aquellos que contienen un alto contenido en ácidos grasos además de un alto poder saciante. Y las frutas secas o deshidratadas, contienen un alto contenido en hidratos de carbono, ideales para conseguir un aporte rápido de energía.