Desde el pasado 5 de mayo y hasta el 5 de junio, los musulmanes tienen por delante un mes de ayuno en las horas de luz del día para purificar cuerpo y alma. Un mes de reflexión y oración. Un sacrificio que no está reñido con una alimentación saludable desde el iftar o desayuno, como se conoce la ruptura de esa abstinencia.

Es una tradición que data del año 610. Alá le dio los versos del Corán, los primeros, a Mahoma y esto sucedió según el calendario musulmán en el noveno mes lunar. El profeta, en ese momento, pronunció las siguientes palabras hablando sobre el ayuno voluntario o Ramadán:
El que falle en el ayuno, aunque sea un día, si no es por excusa válida o enfermedad, no lo podrá compensar ni con ayuno perpetuo

Pero el Ramadán es algo más que ayuno ya que la gastronomía cobra gran protagonismo al anochecer. En la mesa, junto a la harera y el té, nunca faltan los dulces típicos de este mes sagrado, como son la chuparquía y el esfuf.

Además de las tradicionales chuparquías y el polvo de almendras, son típicos los dulces con diferentes frutos secos y otros de pasta brick que están rellenos de almendra y bañados en miel. Los rollitos crujientes de manises son otros de los manjares que acompañarán a la comunidad en el noveno mes lunar.
Para mantener una dieta equilibrada durante estos días se recomienda evitar el exceso de grasas y de hidratos de carbono de absorción rápida –azúcar refinado y pasteles– y aumentar el consumo de frutas y verduras. En esa lista de recordatorios está, también, evitar el consumo de alimentos ricos en grasas –pasteles, chocolate y frituras–; consumir dátiles, excelente ejemplo de carbohidratos complejos, puesto que son ricos en hidratos de carbono, fibra, potasio y magnesio.

Frutos secos, miel, hojaldres crujientes, dátiles, sésamo… Un mar de sabores y sensaciones que han de esperar hasta que caiga el sol. Unas recetas que son halal. Un concepto que va más allá de la ausencia de ingredientes haram, es decir, no permitidos para los musulmanes. ¡