Suponemos que André de Thévet, un monje naturalista francés del siglo XVI, se habrá llevado en 1558 la misma sorpresa que tuvimos nosotros al ver por primera vez el fruto del Anacardium Occidentale L. (ver dibujo realizado por el autor), ya que fue Thévet el primero en describir el árbol en un lugar de la costa norte de Brasil, comúnmente conocido entre otros términos como anacardo, cajú, merey o marañón.

La sorpresiva particularidad del anacardo radica en que este árbol produce al mismo tiempo una fruta fresca (llamada «manzana de anacardo») y una semilla que cuelga del fruto y que constituye el fruto seco que conocemos hoy en día.

El fruto del anacardo, que forma parte de la misma familia que el mango, es una especie de manzana roja o amarilla vagamente parecida al mango. Actualmente se conocen dos tipos de frutos, de manzana roja y amarilla, éstas últimas son menos astringentes que las rojas.

Su fruto o “manzana de anacardo” no es bueno para la exportación porque debe consumirse en las 24 horas posteriores a la recolección, de modo que en los países donde no se produce este árbol tropical no tenemos la oportunidad de disfrutar de esta fruta. De la fruta se obtiene sirope, zumo o se come como tal.

La semilla o anacardo se encuentra sujeto a la parte baja de esta fruta, incluso pueden aparecer más de una semilla en un fruto. Esta semilla madura antes que la fruta por lo que se desprende de la misma antes de que la fruta esté madura.

Los anacardos se pelan antes de ser comercializados. A continuación, las cáscaras se tratan para obtener un liquido cáustico muy valioso. Este líquido se utiliza en la fabricación de medicamentos como ingrediente en resinas y otros productos industriales.

Más imágenes sobre los frutos del anacardo en: http://commons.wikimedia.org/wiki/Special:Search?search=cashew